06.10.2013.
Fue un episodio que marcó la vida de
Jordi Pujol i Soley. En
mayo de 1984, la Fiscalía General del Estado se querelló contra 25
miembros del Consejo de Administración de Banca Catalana, la entidad
creada en marzo de 1959 por
Florenci Pujol, su
hijo Jordi y
Francesc Cabana,
que en noviembre de 1982 había sido intervenida por el Banco de España
tras una gestión que la Audiencia de Barcelona calificó de “desastrosa”.
Entre los acusados por presuntos delitos de apropiación indebida,
falsedad en documento público y maquinación para alterar el precio de
las cosas, se encontraba el entonces presidente de la Generalitat, Jordi
Pujol, 83, que acusó a
Narcís Serra, entonces ministro de Defensa del Gobierno de
Felipe González, de
ser el "inspirador" político de la querella. De aquel episodio que
removió los cimientos de la burguesía catalana de derechas e izquierdas
han pasado 29 años. Pero hete aquí que el pasado 5 de septiembre la
Fiscalía Anticorrupción presentó denuncia contra la antigua cúpula de
CatalunyaCaixa, ahora Catalunya Bank, por haber aprobado incrementos
salariales para sus altos cargos pese a la “situación crítica” que
atravesaba la entidad. El fiscal pide que se llame a declarar como
imputados por un delito de administración desleal al expresidente Serra,
al exdirector general
Adolf Todó y a otros 52 miembros del Consejo. Termina la peripecia vital, se cierra el bucle sobre
Narcís Serra Serra, 70 años, exministro y ex vicepresidente del Gobierno de España. El cazador cazado.
He aquí un personaje que podría ser exhibido en la pasarela del Gran
Teatro del Mundo como ejemplo del fracaso de la Transición española, de
las escasas virtudes y múltiples vicios de su clase política y
financiera, y del fiasco de un modelo que nunca supo, porque nunca
quiso, separar lo público de lo privado. Ejemplo de niño bien de familia
mejor de la burguesía barcelonesa que, exquisito currículo académico,
eligió el PSC, ese peculiar partido socialista donde el mando lo
ejercían los señoritos de Barcelona y los votos los ponía la mano de
obra llegada de Murcia y Andalucía, para hacer carrera política. Tras la
mayoría absoluta de Felipe en 1982, Serra se convirtió en modelo de lo
que iba a ser una clase política escasamente democrática a la
anglosajona manera, siempre dispuesta a utilizar el aparato del Estado
en beneficio propio. Caído en desgracia para la política, el señorito de
izquierdas se consideró con avales suficientes –como en la derecha ha
ocurrido con
Rodrigo Rato y tantos otros- para reclamar
la oportunidad –porque sí, por derecho de cuna, porque el país se lo
debe- de hacer dinero, de forrarse, lisa y llanamente, desde el sillón
de mando de una caja de ahorros, como contraprestación a los servicios
prestados.
Serra pertenece por derecho propio a esa burguesía culta barcelonesa
que hoy comanda el proceso secesionista catalán, aunque, de acuerdo con
el profesor
Álvarez Junco, “más que burguesía, lo que
encontramos tras estos procesos son élites político-intelectuales”,
entendido ello no el sentido de grandes creadores de arte o pensamiento,
sino de personas que manejan y difunden conceptos y/o productos
culturales y que con ello se ganan la vida como profesionales liberales,
enseñantes y funcionarios. Alto funcionariado y clase política, elites
acostumbradas a operar desde centros urbanos, Barcelona en este caso,
para irradiar desde allí su
weltanschauung nacionalista.
Alumno de primaria del Colegio de la Inmaculada Concepción y de
bachillerato del Colegio Balmes de las Escuelas Pías, la infancia y
juventud del joven Narciso transcurrió en un entorno eclesial que forjó
su carácter “tranquilo y bondadoso”, propicio para aficiones exquisitas
como el piano, instrumento que llegó a dominar con soltura.
Licenciado
en Económicas, realizó estudios de postgrado en la London School of
Economics, que culminó en 1974 con el doctorado en la Universidad
Autónoma de Barcelona. En la universidad trabó amistad con
Pasqual Maragall y Miquel Roca, con
quien, en pleno franquismo, montó un gabinete de estudios (Roca &
Serra & Solé) de inmediato éxito profesional y económico, en razón a
los padrinos con que contó de partida: nada menos que
Andrés Ribera Rovira,
Luis Carulla y
Pedro Durán Farell, además de su tío
Narciso de Carreras,
casado con una hermana de su madre, que inyectó en su sobrino los
ideales de la Lliga Regionalista (en su juventud, De Carreras fue
secretario personal de
Francesc Cambó), partido considerado precursor de una CiU que hoy ha arrumbado por completo el espíritu de Cambó.
En 1978 se afilió al Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC), tras
dar cristiana sepultura a sus coqueteos universitarios con el Front
Obrer de Catalunya (FOC). Su cuate, Miquel Roca, estaba ya en las filas
de CDC, el partido de la dinastía Pujol. Con
Tarradellas
de vuelta en la plaza Sant Jaume, Serra pasó a desempeñarse como
conceller de Obras Públicas. Tras las primeras elecciones municipales
democráticas, el chico piadoso a quien su tía Mercedes, monja, quiso
hacer cura resultó elegido alcalde de Barcelona, cargo que ocupó hasta
1982. Porque, tras la arrolladora victoria del PSOE de octubre de 1982,
fue designado ministro de Defensa, nombramiento que vino avalado por la
buena relación que como alcalde había alcanzado con los capitanes
generales de Cataluña.
Amable por fuera, oscuro por dentro, sibilino, miedoso
Su paso por la alta política no hizo sino poner de manifiesto las
lagunas éticas de una generación a quien le sorprendió la democracia,
porque no la ganaron: se la entregaron las Cortes franquistas con un
lazo rosa, después de que el dictador hubiera muerto en la cama. Los
hagiógrafos de Serra insisten en adularle como responsable de modernizar
y democratizar las Fuerzas Armadas, reconduciendo el golpismo militar
hacia un modelo de Defensa integrado en un Estado democrático. Nada más
lejos de la realidad, entre otras cosas porque a los golpistas del 23-F
les juzgó y condenó el Gobierno de la UCD, con
Calvo Sotelo
al frente. En realidad su paso por Defensa estuvo rodeado de las mil
polémicas que acompañaron sus iniciativas tan arbitrarias como injustas,
cuando no simplemente egocéntricas, que le enfrentaron con todos los
grados de la jerarquía militar. Cual burro en cacharrería. De reparar
los desperfectos causados –con la ayuda de
Eduardo Serra como su 'número dos'- por el
curita en el estamento militar se encargaron militares de la altura de
Díez-Alegría,
Gutiérrez Mellado,
Fernández Campo,
Alonso Manglano,
González del Yerro,
Cano Hevia o
Sáenz de Tejada, gente que a pesar de su origen supieron comportarse como auténticos defensores de la democracia.
Ello por no hablar de las cuentas del Ministerio bajo su mandato, sometidas a todas las sospechas de despilfarro, descontrol y
comisioneo
al por mayor. El Tribunal de Cuentas habló en su día de un “agujero” de
162.000 millones de pesetas sin justificar entre los años 1982 y 1987.
La compra de armamento para modernizar las FFAA se convertiría en uno de
los escándalos más graves ocurridos tras la muerte de
Franco,
escándalo que descansa en paz bajo siete toneladas de tierra. Personaje
sibilino que elevó el “secretismo” de su política ministerial a cotas
paradigmáticas, su labor en el ámbito normativo resultó devastadora
-caso de la creación del Instituto para la Vivienda de las Fuerzas
Armadas (INVIFAS), una operación inmobiliaria tan indecente como
oscura-. Amable por fuera, oscuro por dentro, sibilino y miedoso. Una
anécdota, muy celebrada en los cuartos de banderas, define su mandato: a
finales de septiembre de 1985, el CESID le informó un buen día con gran
susto de que el alto mando del Ejército de Tierra, con todos sus
tenientes generales al frente, se hallaba “concentrado” en el Palacio de
Buenavista (Cibeles), sede de su Cuartel General. Literalmente
descompuesto, Serra activó todas las alarmas “contragolpistas”, hasta
que el propio JEME le recordó telefónicamente que le estaban esperando
para celebrar su habitual almuerzo mensual, que como era norma se
encargaba de servir el restaurante 'Jockey'.
En parecido orden de irresponsabilidad y dejación política habría que
situar el control, o más bien el descontrol, de los Servicios de
Inteligencia (CESID), que bajo su directa autoridad pasaron a ser
servicios de partido, que no de Estado. La ruptura entre Alfonso Guerra y
Felipe González, con la salida de aquél del Gobierno, permitió a Serra
abandonar en 1991 el polvorín de Defensa para instalarse como
vicepresidente
multiusos del Gobierno, con serias posibilidades
de relevar a Felipe González en su momento como candidato-líder del
PSOE. En ello estaba, hasta que los “secreteos” y las potentes minas que
había sembrado en el CESID acabaron estallando con efecto retardado,
desalojándole de la vicepresidencia del Gobierno y hundiendo cualquier
aspiración política de futuro. Entre esas “minas”, el escándalo Crillón,
o el espionaje a
Mario Conde encargado a la Agencia Kroll. Operación llevada a cabo por
Julián Sancristóbal por encargo de Serra, que pagó
Luis Roldán,
entonces director general de la Guardia Civil, con dinero de los fondos
reservados.
Utilización de dinero público con fines privados. Todos han
pasado por la cárcel, menos el pianista.
Su finiquito político se produjo el 2 de julio de 1995, dentro de un
paquete que incluyó también a su sucesor en Defensa,
Julián García Vargas, y al jefe del CESID, el teniente general
Alonso Manglano.
Oficialmente, los tres dimitieron como consecuencia del “escándalo de
las escuchas ilegales” realizadas por los Servicios, aunque detrás
aleteaba la resaca de la eventual colaboración prestada por el CESID a
la lucha irregular contra ETA a través de los GAL. A su casa de Sant
Cugat del Vallès, el antaño niño “tranquilo y bondadoso” se llevó un
buen montón de cintas con conversaciones grabadas por el CESID de sus
enemigos, privados y públicos, a los que hizo saber que disponía de
“material” sobrado para vivir tranquilo el resto de sus días.
A forrarse tocan en Caixa Catalunya
Tras un tiempo al frente de la secretaría general del PSC –y en el
Congreso como diputado por Barcelona-, en marzo de 2005 fue obsequiado
con la presidencia de la Caixa d'Estalvis Catalunya, Caja de la
Diputación de Barcelona donde mandaba el PSC. Había llegado el momento
de hacerse rico con cargo al dinero de todos, que no es de nadie, como
dijo en celebre momento la singular señora. A su llegada se declaró
“presidente representativo sin sueldo”, pero pronto se supo que cobraba
200.000 euros al año como “gastos de representación”. Cansado de tanto
sacrificio, en un momento determinado, año 2008, anunció que su
presidencia pasaba a ser ejecutiva. Se trataba de ocupar un puesto en el
consejo de Gas Natural en representación del paquete de CX, que estaba
pagado con 200.000
euretes año, y otro tanto ocurrió con la
compra del 7,5% del capital de Applus (Grupo Agbar), que hizo endeudar a
la caja en 140 millones, en cuyo Consejo también se sentó. Cargos que
simultaneaba con su presencia ocasional, pero muy bien remunerada, en
otros consejos de administración, caso de Telefónica Internacional en
Chile y Brasil, entre otros.
El fiscal Maldonado le reprocha que, a medida que la situación de CX
se agravaba, su presidente se incrementaba su sueldo. El resultado es
que el chico piadoso que solía amenizar las reuniones del Colegio de la
Inmaculada con sus conciertos de piano no ha salido por menos de un
millón de euros año en los últimos tiempos. La crisis llama a la puerta
de CX en 2007, y estalla con la salida de
José María Loza
de la Dirección General, que huye en desacuerdo con la política de
inversiones industriales y, sobre todo, por el desembarco, tan tardío
como irresponsable, en un mercado inmobiliario ya más que recalentado.
Muchas de las operaciones que patrocina Serra son “entre amigos o para
quedar bien”, en palabras de un conocedor de sus habilidades, favores
que tales amigos no han podido devolver y que la caja ha tenido que
traspasar a la Sareb o “banco malo”. En marzo 2009 encabezó una curiosa
operación pidiendo personalmente la capitalización global de las cajas,
propuesta que rechaza tanto la AEB como el propio Pedro Solbes. Don
Narciso estaba ya buscando su paraguas, después de que la agencia de
calificación Fitch rebajara la clasificación de CX a bono basura, y de
que gente notable, caso del presidente de J.P. Morgan, avisara de que la
situación de CX era insostenible.
En 2008 contrató a Adolf Todó (con Jaume Massana como número dos)
para sustituir a Loza, en la esperanza de que hagan el milagro de evitar
el hundimiento. Y les retribuye generosamente, y sus sueldos no dejan
de crecer en 2009, 2010 y 2011. Todó cobró de la entidad un total de 4
millones y se aseguró derechos económicos por 8,2 más. Pese al “enorme
desfase patrimonial”, los sueldos de los dos ex altos cargos “no dejaron
de subir” entre 2008 y 2011, en plena crisis. El fiscal, que habla de
la “irresponsable política de retribuciones”, reprocha a Serra y a Todó
—los “principales beneficiarios” de la trama— que hicieran un
“reprochable y espurio manejo de los fondos” de una entidad cuyo fin es
destinar sus beneficios “a obra social” y evitar “un despilfarro de los
fondos en beneficio de los altos directivos”. Mientras los citados se lo
llevaban, el FROB inyectaba 1.250 millones de euros en 2010; 1.718
millones en 2011, y 9.084 en 2012, hasta un total de 12.032 millones
como capital. Ello por no hablar de las pérdidas, cuantiosas, causadas a
preferentistas y bonistas de CX, y de los daños, no menos importantes,
infligidos a la plantilla de la entidad.
El agujero del grupo Banca Catalana se cuantificó en 139.000 millones
de pesetas y requirió unas ayudas públicas de 275.713 millones antes de
pasar a manos del Banco Vizcaya. El agujero de Catalunya Banc, de
momento, supera ya los 2 billones de las antiguas pesetas. Tal es el
abismo al que el chico que tocaba el piano con gran maestría ha llevado a
la segunda caja catalana. El anciano Jordi Pujol debe de haber esbozado
más de una sonrisa burlona estos días, al reparar en los vaivenes del
destino. Si en su caso su partido, CDC, sacó a sus bases a la calle para
que se manifestaran contra el procesamiento del presidente de la
Generalitat, nadie, más allá de su abogado, parece haber movido un dedo
en defensa de Narcís Serra. El exalcalde y exministro socialista es hoy
un apestado.
Conviene, con todo, no fiarse de las apariencias. El niño
que tocaba el piano ha demostrado ser un desastre como gestor, pero
sigue siendo uno de los nuestros, un miembro de esa cofradía barcelonesa
de la buena y culta y noble
gent, razón de más para que no lo
abandonemos. Así se explica que la querella de Anticorrupción contra él
haya ido a caer “por sorteo”, ya es casualidad, en el juzgado del juez
Josep Maria Pijuan, el mismo del “caso Palau” de
Felix Millet y compañía…
Fuente:
http://vozpopuli.com/actualidad/32735-de-banca-catalana-a-catalunya-banc-el-caso-narcis-serra