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Arkan Akin
Cuando se confunde una consecuencia (la
represión policial) con una causa (el sistema capitalista), se pierden
de vista los objetivos
En mayo de 2013, cientos de miles de personas
salieron a las calles de mi país natal, Turquía. Los medios hablaban de
la destrucción de un parque y de la islamización de la sociedad; no
convencido por esas explicaciones, queriendo participar y comprender,
decidí ver qué sucedía con mis propios ojos. En Estambul me resultó
evidente que la causa profunda de este movimiento era el capitalismo,
tan desarrollado en Turquía que se la llamaba "Little América".
Los levantamientos populares no aparecen sin razón
Todo comenzó cuando algunas decenas de activistas del movimiento
"Derecho a la Ciudad" se opusieron a la destrucción del parque Gezi el
27 de mayo de 2013, junto a la plaza Taksim en pleno corazón de
Estambul. En esos momentos, nadie dudaba que se encontraba en el
principio de un levantamiento popular mayor. Algunas personas
organizadas y valientes se enfrentaron con lo que consideraban que era
injusto e, indignados por las violentas intervenciones policiales, miles
y luego, cientos de miles de personas salieron a las calles. En pocos
días, las manifestaciones se habían extendido por todo el país, y, en
Estambul, la muchedumbre habían hecho retroceder a las fuerzas del orden
y la ocupación de Gezi había comenzado.
No era, sin embargo la primera vez que los manifestantes se
enfrentaban a una represión policial violenta. Pocas semanas antes, el
gobierno impidió, de manera extremadamente violenta, la reunión
histórica del 1º de mayo en la plaza Taksim. En lo que se refiere a la
libertad de expresión, la ONG Reporteros sin Fronteras publicó en 2012
un informe titulado "Turquía - la más grande prisión a periodistas del
mundo".
En ocasión de una de mis visitas al barrio de Gazi (barrio
históricamente revolucionario de Estambul) en junio de 2013, conocí a
una joven periodista de "Yürüyüs" (la Marcha). La Marcha es el nombre
del semanario marxista de Gazi, publican también libros. Esta periodista
me relató de la siguiente manera la operación del gobierno del 18 de
enero de 2013 contra la "Asociación de Abogados Contemporáneos":
"Ese día, un equipo de intervención especial irrumpió en nuestras
oficinas. Arrestaron a algunos colegas y ¡se apropiaron de todo nuestro
material! : las cámaras, el equipo técnico, las computadoras y ¡hasta
los lápices de colores! Para mí, lo más terrible fue verlos llevar cajas
de cartón llenas de libros que habíamos publicado."
En los barrios como el de Gazi en Estambul, los más pobres y las
minorías provenientes de todo el país crecieron con la represión del
Estado: gases lacrimógenos, spray de pimienta, cañones de agua, balas de
caucho, y para algunos, balas reales e intervenciones militares.
La mercantilización del espacio y recursos públicos en Turquía
tampoco es una práctica nueva. Los proyectos "HES" de centrales
hidroeléctricas, que se multiplicaron rápidamente estos últimos años,
son la prueba: los recursos naturales de agua se privatizan, los ríos
diezmados y el medio ambiente se deteriora, todo para obtener beneficios
también para el sector privado.
Volviendo a nuestro tema, el parque Gezi fue un comienzo, pero no fue
el origen de este movimiento de masas. Gezi fue la chispa que provocó
la reunión de decenas de asociaciones y partidos, así como de los
millones de individuos a través de toda la Turquía.
Las personas no se quedan en las calles eternamente
Desde la ocupación de Gezi, manifestaciones de solidaridad tienen lugar frecuentemente a nivel local, nacional e internacional.
Recuerdo una noche en la que el parque estaba muy concurrido. Había,
entre otras cosas, una larga cadena humana de mujeres que circulaban y
que cantaban: ¿"Tayyip donde estás? ¡Las madres están acá! " en
respuesta a la llamada televisada de Primer Ministro Tayyip Erdogan en
la que pedía a las madres "llamar a sus niños a retornar del parque Gezi
por su propia seguridad". ¡La gente alrededor de la cadena replicaba
cantando "Sus niños están orgullosos de ustedes!».
Se vieron abuelas llevando platos al "Mercado revolucionario" del
parque donde todo era gratuito. Se vieron nacionalistas turcos luchar
codo a codo con kurdos contra la represión policial, se vieron personas
que abrían sus puertas a los manifestantes que huían de la violencia
policial.
Se vio una mesa de Iftar (la cena para cesar el ayuno durante el
Ramadan) "del pueblo" que se extendía más de un kilómetro sobre los
adoquines de la mayor avenida comercial de Estambul (Istikler) donde
creyentes y ateos cenaban juntos para manifestar contra el banquete de
lujo del Gobierno sobre la plaza Taksim.
Todos
los días durante más de un mes, manifestaciones de solidaridad tuvieron
lugar en distintas ciudades de Turquía. Ese tipo de manifestaciones se
repitieron también a nivel internacional, en China, Bulgaria, Argentina,
en el Reino Unido, en los Estados Unidos, Suiza, en Siria, España,
Chile, en Brasil, Noruega, Alemania, en República Checa y en otros
países. Un pianista llegó de Italia, con su piano de cola, para tocar
durante horas para los manifestantes de la plaza Taksim.
Sin embargo, a pesar de las ganas y la fuerza que circulan en el
momento de estos encuentros, la gente no se queda en las calles
eternamente y es normal. Esta ola de protesta podría bien acabar por
desaparecer, pero no los rastros que habrá dejado en forma de recuerdos.
Éstos quedarán grabados para siempre en el espíritu de la gente
recordándoles el sentimiento que se tiene al trabajar en equipo, más los
unos por los otros, que cada cual para sí.
Cualquiera que sea la continuación, el movimiento de Gezi difundió
una nueva cultura de resistencia y solidaridad en el seno de la sociedad
turca, así como una gran ola de politización.
Dos temas aparecen en casi todas las réplicas a la pregunta "¿algo
cambió desde el comienzo de las manifestaciones?". El primero es la
falta de confianza creciente hacia las instituciones públicas y privadas
de la clase dirigente, como por ejemplo los medios de comunicación.
Estos últimos mostraron que mentían, deformaban y omitían los hechos de
manera repetida y sistemática –ya que controlados sea directamente por
el partido en el poder o por los patrones que lo apoyan o también por
otros, que se imponen la autocensura editorial por miedo a las
represalias. El segundo tema es, la caída de lo que muchos llaman en
Turquía "el muro del terror", que impedía de manera importante
manifestarse contra el gobierno.
El problema de fondo es siempre el mismo
Vivimos en un mundo en el que el «1% de los más ricos poseen el 40%
de la riqueza mundial» y en el que el «50% de los adultos solo poseen el
1%» de acuerdo con un artículo basado en un informe de la ONU publicado
por The Guardian en 2006. Esta concentración es inherente a la economía
mundial capitalista y Turquía no es la excepción.
La explotación y la opresión del pueblo, así como la concentración de
la riqueza y el poder provienen ambas del sistema
capitalista-imperialista.
Cuando se toma una consecuencia (la represión policial) por una causa
(el sistema capitalista), se pierden de vista los objetivos. Muchos
manifestantes de la plaza Taksim cayeron en esa confusión. Durante el
mes de junio en Tksim, yo preguntaba: "Por qué estás aquí?" Una joven
mujer perteneciente a los "Jóvenes Turcos", que es una organización de
la juventud nacionalista-kemalista [1], me respondió: "Manifestamos
contra la represión policial y para restablecer una Turquía de Ataruk".
Otra tarde, cuando volvía de una manifestación en Gezi, un chofer de
taxi me decía: "Turquía es el país más libre del mundo". Lo decía en el
momento en que más de 7500 manifestantes habían sido heridos –5 muertos y
decenas en estado crítico según la Asociación Médica Turca. "Viajé a
través de toda Europa como camionero, créeme allá es mucho peor. Acá tu
eres libre para manifestarte pacíficamente, nadie te lo va a impedir",
agregó.
En ocasión de un levantamiento popular, los representantes de las
clases dirigentes hacen un gran esfuerzo para convencernos que el
problema es específico (islamización, falta de democracia, uso
"excesivo" de la fuerza, autoritarismo…). El objetivo es presentar a
todos los problemas socio-económicos y políticos como independientes y
aislados, así, el pueblo no cuestiona al sistema en su conjunto.
El hecho es que estos problemas no desaparecen después de reformas
del sistema político o económico. Al contrario, vuelven sin cesar, bajo
otras formas, porque son inherentes al capitalismo. El capitalismo está
basado en la explotación del pueblo, su naturaleza provoca la
concentración del poder y la riqueza lo que lleva lógicamente a la
opresión del pueblo.
El problema de fondo siempre ha sido el mismo, la solución también:
el anticapitalismo que tenga como objetivo instalar una alternativa
realmente democrática y socialista.
Este fin no es alcanzable sin una organización amplia y profunda de
la sociedad, una organización popular. La coordinación al nivel
internacional, con un abandono de la doblez nacionalista, es también
necesaria. Esto no se hará de la noche a la mañana, sin embargo debemos
tener cuidado a no tomar consecuencias como si fueran las causas de los
problemas socioeconómicos o políticos. El peligro con esta confusión es
caer en un reformismo ilusorio que sólo modificará la forma de estos
problemas, sin aportarnos la libertad por la que luchamos.
Como lo dice Slavoj Zizek en su artículo titulado Problemas en el
Paraíso: "esta conclusión -que el fracaso podría ser inherente al
principio por el cual combatimos - es un gran paso en la educación
política. "
Nota del Traductor: [1] Por Mustafá Kemal Ataturk fundador de la República de Turquía en 1923.
Mondialisation.ca. Traducido para Rebelión por Guillermo F. P