28.08.2012
La historia de Nepal de los últimos veinte años, para bien y para
mal, puede ser ilustrativa de los convulsos tiempos que nos esperan bajo
esta nueva crisis de la economía-mundo capitalista. Quizás tengamos que
aprender mucho de los errores y los aciertos nepalíes.
1. Introducción
Nepal es un país asiático
situado entre China e India, cercano al Reino de Bután y la República
Popular de Bangladesh. Con una población de casi 30 millones de
habitantes repartidos en 147.181 Km2 (CIA, 2012), la mayoría de su
población vive en el campo (el 80%) si bien tiene importantes núcleos
urbanos como la capital Katmandú con más de dos millones de habitantes.
Desde hace siglos ha sido un país que ha oscilado entre periodos de
autarquismo y otros de pertenencia semicolonial a la órbita injerencista
de la India. Todavía hoy Nepal mantiene esa dualidad en sus
estructuras, en tanto inscrito por un lado a la economía-mundo
capitalista, pero en donde una parte importante de su población rural
continúa sometida a un orden de relaciones sociales de corte
feudal-capitalista. No en vano, el país estuvo gobernado por una
monarquía absolutista hasta hace menos de una década. En el presente
trabajo daremos cuenta de la lucha de gran parte del pueblo nepalí por
la República, la democracia y el socialismo, como herramientas
necesarias para alcanzar la ansiada soberanía nacional. Además,
cuestionaremos si este objetivo es alcanzable dentro de un sistema
interestatal de economía capitalista altamente mundializado. Señalaremos
también cómo la lucha de clases sigue siendo uno de los motores de la
historia, junto a las necesidades de reproducción social de los
individuos. Y ello pese a los elucubraciones contrarias de una
historiografía posmodernista y eurocéntrica que ahora recula bajo el
peso de una realidad gobernada por los recortes y las deudas externas.
También por la asfixia de los presupuestos de las universidades donde
todavía laboran no pocos de esos, otrora, laureados autores.
2. Guerra Civil o “Guerra Popular”
El 13 de febrero de 1996,
el Partido Comunista de Nepal (Maoísta) declaraba la “Guerra Popular” a
la monarquía nepalesa, buscando la proclamación inmediata de la
república y la construcción de una democracia popular maoísta . Poco a
poco, el ejército insurgente fue controlando más y más territorios en el
campo si bien las ciudades permanecieron, en los primeros años, ajenas a
su influencia. En las urbes, la mayor influencia la tenían el Congreso
Nepalí (CN) y el Partido Comunista de Nepal-Unificación Marxista
Leninista (PCN-UML). El primero, un partido centrista con un pasado
socialdemócrata (adscrito a la II Internacional) que ahora practicaba un
discurso económico neoliberal y el segundo, pese a su “revolucionario”
nombre, un partido de corte socialdemócrata de izquierdas. Ambas
formaciones se alternarían en el poder gubernamental compartido con el
Rey en esta década de guerra (1996/2006). En el año 2001, justo en el
ecuador del conflicto armado, se produce un hecho muy importante para la
pérdida del apoyo popular a la monarquía: la masacre de la familia
real. El príncipe heredero Dipendra, después de una noche de alcohol y
cocaína, mata a su padre y a todos los herederos directos por, según
fuentes oficiales, razones de índole sentimental. El príncipe asesino
también queda malherido por el fuego cruzado y pocos días después
fallece en el hospital. Como consecuencia de ello, el Rey Gyanendra,
hermano del anterior monarca asesinado y para muchos autor intelectual
de la masacre, es proclamado Rey de Nepal. El nuevo monarca tenía un
perfil todavía más reaccionario que el anterior y pronto lo demostraría
asumiendo plenos poderes desplazando del gobierno a los dos partidos
legales mayoritarios: el Congreso Nepalí y los marxistas-leninistas.
Ante el fin del parlamentarismo se produjeron diversas protestas
simbólicas de EUA y la UE que retiraron a su personal diplomático, sin
interrumpir, sin embargo, la actividad económica con el brutal régimen
monárquico (por aquel entonces todavía garante de un Estado confesional
hinduista). Los partidos políticos legales, desde el centro a la
izquierda del espectro político, fueron adquiriendo una posición más de
crítica frontal contra la monarquía y se sumaron a huelgas convocadas
por la guerrilla insurgente, cada vez más poderosa. Estas movilizaciones
tuvieron una amplia incidencia en las principales ciudades y en la
capital del país.
Durante la guerra civil los
maoístas se financiaron mediante el robo de bancos y la extorsión de
capitalistas, terratenientes y “reaccionarios” junto a la ayuda de
organizaciones guerrilleras y populares solidarias con su causa,
repartidas principalmente por el sureste asiático (Cruz, 2012). En las
zonas que controlaron los maoístas se produjeron colectivizaciones de
latifundios y se establecieron gobiernos populares como hizo la
guerrilla de Mae Zedong en la Guerra Civil China. La situación de la
mujer sufrió un cambio radical al ser empoderadas como miembros con
iguales derechos que los hombres. No en vano, cabe recordar que el 40%
de la guerrilla estaba compuesta por mujeres. Esto produjo cambios,
aunque tímidos, al otro lado de las trincheras, pues el ejército
monárquico tuvo que aceptar mujeres si bien estas adoptaron roles
secundarios y a penas llegaron al 5% del total de sus miembros. Además
de las clásicas estrategias de propaganda maoísta, como difusión de
panfletos, cartelería, banderas, etc; es de resaltar el uso que hicieron
de las nuevas tecnologías como Internet, mediante el cual pudieron
captar la solidaridad financiera de agrupaciones maoístas hermanas.
Incluso el Comité Central llegó a realizar un videoclip musical que fue
distribuido por la Red para animar a los nepalíes a unirse a la
guerrilla. Justo al mismo tiempo que Estados Unidos declaraban a los
maoístas como organización terrorista internacional.
3. Acuerdo de paz
En 2006, después de una
huelga de tres semanas protagonizada por los maoístas junto a los
partidos legales democráticos, el rey se vió obligado a restablecer el
parlamentarismo, y el PM Koirala del CN junto a Prachanda, líder de la
guerrilla maoísta, alcanzaron un acuerdo de paz. El rey Gyanendra,
aunque no es depuesto, deja de ser jefe de Estado con la aprobación de
una Constitución interina. El acuerdo también fue auspiciado por la ONU
que se comprometió con una misión de paz a vigilar su cumplimiento. Los
insurgentes se acantonaron a la espera de su incorporación al ejército y
entregaron las armas que fueron depositadas en contenedores vigilados
por la ONU. Los principales partidos y el monarca, se comprometieron a
realizar unas elecciones para formar una Asamblea Constituyente que
redactara una nueva constitución.
4. Elecciones de 2008
Las elecciones del 20 de
abril dieron la victoria a los exguerrilleros, para sorpresa de propios y
extraños. El PCN(m) quedó como primera fuerza del país obteniendo 229
de los 601 escaños de la Asamblea. En segundo y tercer lugar quedaron el
Congreso Nepalés con 115 y 108 votos respectivamente. Si bien las
diferencias no fueron tan grandes en porcentaje de votos, los resultados
dejaron meridianamente claro que el pueblo nepalés apoyaba a las
fuerzas de la (llamémosle) “izquierda amplia” (desde el centro-izquierda
de los marxistas-leninistas a los maoístas ortodoxos). La izquierda
amplia obtuvo un total de más de 6.200.000 votos. Mientras que al lado
opuesto del espectro político, la derecha amplia (desde el
centro-derecha del CN a la extrema derecha monárquica) no alcanzaron los
tres millones, cifra que los maoístas por sí solos, superaron. De este
modo, una amplia mayoría del pueblo nepalés mostraban un deseo de
ruptura con lo que había sido la política nepalí hasta la fecha.
Siguiendo este deseo, la Asamblea Constituyente votó por la abolición de
la monarquía en mayo de ese mismo año, poniendo fin a más de 249 años
de gobierno de la Dinastía Shah. El ex monarca Gyanendra se retiraría a
su palacio de verano con un séquito de protección policial permanente a
cargo del Estado y afirmaría su intención de “vivir como un ciudadano
nepalí más”. En realidad Gyanendra quedaría como reserva en el banquillo
de jugadores que tanto la India como Estados Unidos conservan en el
tablero nepalí. Los motivos de la hegemonía de la izquierda en Nepal no
hay que buscarlos simplemente en los factores objetivos de pobreza y
desigualdad del país o su clásico papel de semicolonia de la India. Hay
que analizar también la cultura nepalesa y su tradición religiosa, sus
costumbres comunitarias propias de una sociedad agraria que se siente
más identificada con la cosmovisión comunista que con la individuación
ofrecida por el capitalismo y su fetichismo alienador. Todo ello permite
que la prédica comunista haya calado en su población, aumentando
exponencialmente su presencia desde los años noventa. Como ya hemos
señalado, los maoístas también han sido muy hábiles aprovechando las
nuevas tecnologías para crear lazos de solidaridad y financiación, a la
par que se mostraron inclusivos con las tradiciones (también religiosas)
de amplios sectores de la población.
5. Asamblea Constituyente y gobiernos frágiles (2008/2012)
Desde la formación de la
Asamblea Constituyente en 2008 hasta el presente, los partidos
mayoritarios no ha conseguido redactar una nueva constitución. Durante
estos cuatro años se han sucedido una seria de gobiernos frágiles que no
lograron adelantar en ningún aspecto del Acuerdo de Paz, al menos hasta
la llegada del actual Primer Ministro Bhattarai. Hasta ese momento se
habían sucedido los gobiernos de, en primer lugar, Prachanda (líder de
los maoístas desde la guerrilla hasta el presente), el cual tuvo que
dimitir debido a que el Presidente conservador de la República, se negó a
expulsar del Ejército a su General en Jefe pese a estar incumpliendo de
modo flagrante el Acuerdo de Paz. Posteriormente vendrían dos gobiernos
de corta duración encabezados por los marxistas-leninistas con apoyo
parlamentario, primero, del Congreso Nepalés, y más tarde, de los
maoístas. Finalmente en 2011, le tocaría el turno al maoista Bhattarai.
Este consiguió avanzar mucho la incorporación de los exguerrilleros a
las fuerzas de seguridad del Estado y la vida civil, si bien tuvo sus
costes entre las bases, pues a ojos del ala izquierda maoísta, Bhattarai
es un reformista que, durante su gobierno, no ha hecho sino ceder con
las élites nepalíes y las fuerzas imperialistas.
Lo más interesante de este
periodo fue que cuando los maoístas no estuvieron en el gobierno
consiguieron una movilización permanente de las masas que les permitió
derrocar gobiernos de los marxistas-leninistas y mantener una guerra de
posiciones en la sociedad civil que los empoderó no sólo en la política
nepalí sino entre sus bases. Mientras que en sus breves estancias
encabezando gabinetes gubernamentales se produjo un alejamiento de las
bases con respecto a los líderes. De hecho, una de las razones de la
vuelta a los maoístas al gobierno fue que las tradicionales clases
dirigentes nepalíes y el gobierno indio los consideraban menos
peligrosos con responsabilidades gubernamentales, que sin ellas.
Cuestión que en general suele ocurrir internacionalmente con la mayoría
de izquierdas en el poder. Enfrentadas a un sistema socioeconómico
contrario a sus bases programáticas, deben lidiar con lo posible de lo
deseable, más la corrupción que siempre danza con gran soltura en los
espacios del poder. En especial en los tiempos actuales de globalización
ultraliberal donde los capitales y ciertos individuos detrás de
poderosas corporaciones transnacionales tienen un poder que hace
aritméticamente muy sencillo doblegar voluntades políticas individuales a
cambio de cifras con muchos ceros, lo que conocemos bajo el nombre de
corrupción. Sugeriremos una ilustración a modo de ejemplo. El hombre más
rico del mundo, según Forbes, es el mexicano Carlos Slim. Si la
diferencia de la riqueza entre Slim y un asalariado español medio se
midiera por peso, el trabajador español llegaría al gramo, como las
hormigas; mientras que el magnate mexicano alcanzaría las dos toneladas y
media, como un gran hipopótamo. ¿Pueden un hipopótamo y una hormiga
regirse por las mismas reglas políticas? Las posibilidades de corrupción
(o aplastamiento) se agravan dentro de un contexto de polarización
social donde a los pueblos no se les ha dotado, después de más de un
siglo de democracias representativas, de nuevas herramientas que
posibiliten democracias de base permanentes y multidireccionales. Es
necesario superar la pobreza cívica que significa votar cada cuatro años
con leyes electorales, además, amañadas. Es un insulto para la especie
que los medios de producción hayan avanzado tantísimo desde el siglo
XIX, y en cambio sigamos con parecida superestructura política a la que
posibilitó el primer sufragio universal en Nueva Zelanda en 1893. La
implementación de estas nuevas herramientas democráticas es
perfectamente posible con el actual desarrollo de la informática y los
medios de comunicación. Sólo falta la voluntad política para alcanzar
esa democracia de nuevo tipo que haga efectiva la soberanía que
teóricamente consagran las leyes, pero niegan los mercados.
Retomando la última hora de
la realidad nepalí cabe señalar que a finales de mayo el Primer
Ministro maoísta Bhattarai disolvió la Asamblea Constituyente al vencer
un nuevo plazo límite para redactar la constitución. Ante la
imposibilidad de llegar a acuerdos entre los principales partidos,
Bhattarai anunció nuevas elecciones para noviembre próximo. La situación
es sumamente caótica, pues mientras que la derecha acusa a Bhattarai de
querer implantar una dictadura comunista; el ala izquierda de su
partido dirigida por el excomandante guerrillero Kiran lo acusan de
“neorevisionista”. Además, Kiran y los suyos se han escindido junto a un
tercio de los diputados para formar un nuevo partido maoísta
“revolucionario”. Por su parte, el Presidente de los maoístas,
Prachanda, también se suma a las peticiones de dimisión de Bhattarai,
amenazándolo con expulsarlo del partido si se niega. En este escenario
India y China están muy nerviosas. India, realizando maniobras militares
fronterizas y moviendo sus hilos con sus partidos-marionetas (como el
CN), temerosa de que la relación entre su guerrilla maoísta (los
naxalitas) y los maoístas nepalíes vuelvan a buen cauce vía Kirán,
complicándoles sus políticas contrainsurgentes. Por su parte, el
gobierno chino está muy molesto por la escisión maoísta, como le hizo
saber a un destacado dirigente de los “maoístas revolucionarios” en
visita a Beijing. Los “díscolos” de Kiran están poniendo en peligro la
estabilidad de los negocios chinos acordados con el gobierno de
Bhattarai, como es el caso de la construcción de una gran hidroeléctrica
valorada en 1.600 millones de $.
6. Reflexiones, entre el comunismo y el capitalismo: sistema interestatal y bloque histórico. El NOMT y la Tercera Guerra Mundial.
En un mundo totalmente
interconectado por el mercado mundial, más que nunca antes en la
historia, lograr la soberanía basándose en el concepto de Estado-nación
heredado del Tratado de Westfalia nos parece simplemente imposible.
También les parecía de este modo a Marx y a Engels cuando afirmaban en
el Manifiesto Comunista que el mercado mundial rompía todas las barreras
nacionales y que la revolución debería triunfar, para sobrevivir, en
varios de los países más desarrollados. Posteriormente este
internacionalismo fue también una premisa clave de la III Internacional
hasta que se impuso la ideología estalinista de la revolución en un solo
país. La cual obligó a los partidos comunistas más importantes a tener
como principal objetivo no ya la revolución mundial sino la defensa de
la soberanía de la URSS en su particular camino hacia un comunismo que, a
diferencia de los pronósticos oficiales del PCUS en los sesenta, no
llegaría a finales del pasado siglo, sino que se transmutaría en la
conocida restauración capitalista de Rusia y el resto de repúblicas
satélites . Un capitalismo que, no olvidemos, nunca abandonó Rusia en
tanto la URSS seguía adscrita al sistema-mundo capitalista y a su ley
del valor. Si bien es cierto que la restauración capitalista oficial
llevaría a la privatización de amplios sectores de su economía y a la
afluencia legal de enormes capitales procedentes de la mafia que se
habían acumulado en el mercado negro de ciudades tan importantes como
Moscú o San Petersburgo (antes Leningrado). La imposibilidad de la
soberanía nacional también es reconocida actualmente por el Primer
Ministro nepalí Bhattarai, contra parte del maoísmo predominante en su
partido, cuando reconoce la imposibilidad de mantener una revolución
comunista en un sólo país. Mucho menos si el país en cuestión es tan
pequeño y empobrecido como Nepal; más difícil todavía si está rodeado de
los dos aspirantes a potencias hegemónicas en el Nuevo Orden mundial.
Esta determinación es la que Bhattarai denomina como “el sándwich
nepalí”.
Actualmente nos encontramos
con lo que venimos llamando el Nuevo Orden Multipolar Transitorio
(NOMT) que se resolverá cuando la nueva potencia hegemónica quede
reconocida de facto por la mayoría del sistema interestatal y/o
supraregional. Aunque todavía es muy prematuro para prever un escenario
de futuro con claridad, las mejores posicionadas para conseguir
reemplazar lo que fue Estados Unidos son indudablemente China y en
segundo lugar India, con más de 1.200 millones de habitantes y un
crecimiento demográfico que pronto la convertirá en el país más poblado
del mundo. Pero tanto China como India tienen crecientes problemas
internos relacionados con el auge de la ideología maoísta, lo que puede
dificultarles su camino hacia la hegemonía. India, como reconoció su
Primer Ministro Manmohan Singh, tiene en los naxalitas (guerrilleros
maoístas indios) el principal peligro para su fortaleza estatal. Por su
parte China, debido a las crecientes protestas y revueltasde sus
trabajadores, está viendo un auge de un sector maoísta del Partido
Comunista, que poco a poco fortalece sus anteriores posiciones
minoritarias frente a los clásicos reformistas del “socialismo de
mercado” de tercera y cuarta generación, inspirados en Deng Xiaoping. Si
bien es cierto que a veces este reconocimiento no es pacífico, ni mucho
menos automático. Se producen retrasos y tiene mucho que ver con el
nivel de lucha de clases mantenido por la clase obrera china. Como lo
demuestran los asesinatos de varios líderes maoístas regionales (como
dirigentes medios y alcaldes) muy queridos por su población debido a su
lucha contra la mafia y en favor de políticas progresivas de
redistribución entre las rentas del trabajo y las del capital. Una
salida de la élite gobernante china, para evitar la lucha de clases en
el interior de su país, es desplazarla geográficamente intensificando
sus políticas imperialistas en otros países, explotando a los
trabajadores extranjeros. O sea, lo que han venido haciendo EUA y Europa
desde el final de la II Guerra Mundial, pero al revés.
¿Qué posibilidades tiene
Nepal de alcanzar la soberanía en este escenario? En nuestra opinión,
ninguna. Pero es que si analizamos sintéticamente, la estructura interna
internacional, veremos que las cosas se complican todavía más. El país
donde nació Buda se halla inserto en un nodo explosivo de la actual red
de interdependencias del sistema-mundo capitalista. Como afirma
Chase-Dunn sólo un sistema-mundo socialista y democrático podría
entregar a los pueblos la soberanía que nunca han disfrutado plenamente y
que en nuestros días es negada por el capital financiero y las
políticas imperialistas. Desde que comenzó la crisis mundial a mediados
de 2007 estamos cansados de ver cómo los gobiernos se han dedicado a
salvar a los principales bancos, inyectando dinero que procede de lo
negado con los recortes a las clases populares. Políticas de
abaratamiento de la fuerza de trabajo dictadas por los gobiernos
burgueses que están sometiendo a poblaciones enteras desde Canadá a
Grecia, pasando por España y Portugal. La escisión, convertida en
antagonismo de larga duración, existente entre la soberanía proclamada
en las constituciones y la enterrada por los mercados, entre humanismo e
irracionalidad, racionalidad y crisis de sobreproducción, democracia y
plutocracia, proyecto socialista y capitalismo, continua ampliándose
hasta nuestros días trazando una brecha que puede desembocar en la
posibilidad de vivir una bifurcación histórica en el sistema, tal como
señalan Wallerstein o Minqi Li. Ello significaría la posibilidad de
poder elegir. De nosotros dependerá qué futuro sistema reemplazará al
actual: si uno todavía más desigual donde la hegemonía se consiga
intensificando las políticas de coerción (en especial en Europa), o por
el contrario, otro más democrático e igualitario. Según la correlación
de fuerzas internacionales que exista en el momento clave de la
bifurcación del bloque histórico, entre las clases populares con
conciencia y las masas pasivas manipuladas por las élites capitalistas,
la balanza se decantará hacia un lado u otro. Dentro de la opción
negativa hay que destacar la posibilidad de que se produzcan nuevas
guerras regionales que pudieran desembocar en una guerra mundial de
nuevo tipo, pues la “destrucción creativa” siempre ha sido una buena
salida para que los gobiernos burgueses desplacen temporal y
geográficamente las contradicciones inherentes del sistema. Todo ello
acontecerá, claro está, si las fuerzas populares volvemos a perder la
batalla por la hegemonía en el momento clave, como ocurrió al estallar
la I y la II Guerra Mundial. Nepal podría ser escenario bélico de este
conflicto internacional, en especial si India y China se enfrentaran en
diferentes bandos, lo que ocurriría con bastante probabilidad. En ese
caso, las fuerzas maoístas nepalíes e indias se posicionarían con China
(y muy posiblemente junto a Rusia) frente a la alianza
indio-estadounidense, especialmente si no vieran posibilidades objetivas
para la revolución socialista mundial. China y Rusia vienen dando pasos
los últimos meses en relación a esta alianza contra EUA y sus aliados y
los gestos de estrategia militar preconflicto se precipitan, junto a
las declaraciones de altos dirigentes políticos y del ejército chino
ante la creciente situación de conflicto en Oriente Medio. Ya se han
producido declaraciones y publicaciones oficiales chinas donde el
gigante asiático se prepara para una eventual guerra.
La historia de Nepal de los
últimos veinte años, para bien y para mal, puede ser ilustrativa de los
convulsos tiempos que nos esperan bajo esta nueva crisis de la
economía-mundo capitalista. Quizás tengamos que aprender mucho de los
errores y los aciertos nepalíes. Del mismo modo que muchos aprendieron
de un país empobrecido e insignificante como España, en el sistema-mundo
de los años treinta del siglo pasado, cuando durante su Guerra Civil se
convirtió en terreno de pruebas de las potencias que se enfrentaron más
tarde en la II Guerra Mundial. Ojalá Nepal, junto con Siria o Irán, no
se conviertan esta vez en unas de las cobayas de la III Guerra Mundial.
Por ello debemos estar muy atentos al acontecer asiático, donde en razón
a una acumulación acelerada de capitales, se está jugando el futuro de
la humanidad. Los tiempos de hegemonía euroestadounidense son historia
del pasado, ahora deberemos decidir con nuestro trabajo y compromiso
diario, si la historia del futuro estará marcada por el socialismo
mundial, o por la barbarie.